El
madrugón mereció la pena, no solo por las cosas que vimos, sino por la
agradable convivencia de la que disfrutamos todos, tanto profesores como
alumnos.
Las
estancias visitadas eran realmente alucinantes: las Catedrales, las Torres Medievales,
el Huerto de Calixto y Melibea, la Universidad
Pontificia, la casa Lis, San Esteban, la Casa de las Conchas, San Marcos, la
Clerecía… La Plaza Mayor, fue nuestro sofá, al más estilo universitario.
En
definitiva una muy buena y nueva experiencia en nuestra todavía, corta vida de
estudiante.